Este parque nacional de 27.750 hectáreas, el mayor de Albania, que comprende los dos lagos de Prespa, el Grande y el Pequeño, situados a 853 metros de altitud, es prácticamente virgen, lo que despierta la envidia de exploradores de todo el mundo.
El Gran Prespa, compartido por Albania, Grecia y Macedonia, semeja un espejo azul enmarcado por altas montañas vestidas de una vegetación verde oscuro.
A estos colores se añade el amarillo del trigo de los campos y el rojo de los tejados de las casas de los nueve pueblos donde viven unos 5.000 habitantes de la minoría macedonia.
En esta zona protegida, de fresco aire puro y silencio absoluto, crecen 1.500 tipos de árboles y está habitada por 40 especies de mamíferos -entre ellos el lobo y el oso pardo-, 260 de aves y 23 de peces.
“El desarrollo está aún por empezar. Es el momento de proteger la naturaleza y ponerla al servicio de la región y la gente”, comenta a Efe Michael Jungmeier, profesor en la Universidad austríaca de Klagenfurt y que está impartiendo cursos al personal del parque sobre la conservación y el desarrollo sostenible de las zonas protegidas.
El docente afirma que esta región tiene un gran potencial para el desarrollo turístico y su conservación es importante no sólo para Albania y la región balcánica, sino también para toda Europa.
Área de protección
Desde 2010, el Gobierno alemán ha apoyado el desarrollo de esta región con una inversión de 3,5 millones de euros que tiene por objetivo la conservación de la biodiversidad y la lucha contra la pobreza a través de la creación de nuevos empleos.
“Hemos capacitado al personal del parque, mejorado su infraestructura, hemos colocado paneles informativos y elaborado un plan de gestión”, explica Olsi Jovani, el director del parque, que espera una respuesta positiva de la UNESCO a su petición de incluirlo en la lista de Patrimonio Natural de la Humanidad.
“Es la primera vez que veo tantos pelícanos en estado libre”, exclama Michael, un turista alemán que acababa de bajar de una pequeña embarcación, tras hacer una gira por el lago, donde hay entre 700 y 800 parejas de pelícanos dálmatas y blancos comunes.
Además del contacto con la naturaleza, los turistas pueden disfrutar de una serie de monumentos culturales que datan desde la Prehistoria, como las cuevas de Tren, hasta la Edad Media, como las iglesias bizantinas de los eremitas del siglo XIV.
Particularmente atractiva es la iglesia ortodoxa de Santa María, en la isla de Mal Grad (ciudad pequeña), con sus raros frescos, y la de Shen Koll, construida sobre una roca a orillas del lago.
Una visita asequible
Toda esta belleza es, además, accesible a precios baratos. Una noche en una casa de huéspedes cuesta 8 euros por persona, mientras que en el restaurante de Vangjel Jovani con sólo 4 euros se puede saborear una sabrosa carpa asada al horno, aguardiente de ciruela casero y ensalada con ingredientes frescos.
Teodora Trajce, habitante de Gorrice e Vogel, espera, igual que los demás campesinos, que el turismo mejore su vida.
“He arreglado mi casa para recibir a los turistas, pero el Gobierno debe traernos agua potable, arreglarnos los desagües y las calles del pueblo”, se queja Teodora, cuyo marido, igual que los demás hombres del pueblo, trabaja como agricultor en la vecina Macedonia.
Albania ha dejado atrás el feroz aislamiento de la época comunista y está experimentando un boom turístico. El año pasado fue visitada por 4,7 millones de turistas, un número muy elevado comparado con los 300.000 de hace un decenio.